La
señora Pata le disgusto mucho que su tercer patito demorara en nacer. Pero su
molestia se encendió más al comprobar que era realmente feo y que sus otros
patitos empezaron a burlarse de él.
Lo llamaron Patito Feo y desde
entonces fue marginado, no solo por los vecinos de la granja, sino también por
su propia familia. Y eran muy crueles, pues lo agredían, insultaban y hasta
escupían sin compasión.
Desolado y triste, optó por
alejarse de la granja en pleno infierno. No pudo avanzar mucho y cayó
desvanecido. De no ser por el auxilio que le brindó una caritativa ardilla, el
Patito Feo hubiera muerto congelado.
Mas, luego de ayudarlo, el
pequeño roedor huyó asustado al notar que era muy feo esperanzado en hallar un
poco de amor, siguió su camino.
Llegó así a una casita donde
lo recibió una mujer que vivía con un gato y una gallina. Antes de acercarse,
la mujer le susurró al mínimo: “si lo engordamos, quizás podemos venderlo”.
Pero el Patito Feo comía y
comía y nunca engordaba, por lo que la ambiciosa mujer empezaba a desesperarse,
mientras que el gato y la gallina, celosos por las atenciones brindadas,
tiraban de sus plumas, le pisaban las patas y escondían su comida, al tiempo
que le gritaban: “¡Patito feo, refeo, recontrafeo!”, riéndose a carcajadas.
Una tarde, al tratar de huir
de las agresiones del gato, tropezó con un valioso jarrón lo hizo trizas. Fue
suficiente.
La ambiciosa mujer lo expulsó
a escobazos.
Lloroso, caminó horas de horas. “¿Porqué,
¿Dios mío, nadie me quiere, porque soy tan feo?”
se cuestionaba.
Llegó así al borde de una
laguna donde que se acercó un hermoso cisne para preguntarle: “¿Qué haces aquí,
pequeño granuja?”.
“Yo no soy granuja, señor
–respondió asustado-, y me llamo Patito Feo…”.
Y el cisne lo aclaró: “¡Qué
pato ni nada!, ¿es que no te has mirado en un espejo?”.
El Patito se excusó: “Dicen
que soy muy feo”.
“¡Bah, pamplinas! –dijo el
cisne-. Mírate en las aguas de esta laguna”.
El Patito Feo se miró en las
aguas y se vio igual de horrible.
En eso llegó otro cisne y,
dirigiéndose al Patito, le dijo: “¡Hasta que apareciste! Tus padres andan como
locos buscándote “.
Ahora lo entendía. Los huevos
se habían confundido. ¡Era un cisne y no un patito feo! Sin embargo, jamás
renegó de su pasado y, ya adulto, lucía su belleza como un hermoso cisne. ¡Y
fue muy dichoso!
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